La pasada semana un llamativo titular irrumpía en las secciones de arqueología y patrimonio de diferentes medios de comunicación. Un estudio realizado a nivel europeo proporcionaba el dato: entre 2009 y 2011 se destruyeron en España 1.562 puestos de trabajo en el sector de la arqueología, lo que supone un 66% del total.
La cifra, que no tiene interpretación positiva posible, resulta algo engañosa. ¿Qué habrá sido del 66% de los arqueólogos españoles? ¿Cómo se habrá producido tal desaparición en masa? ¿O será más bien que estamos poniendo el foco en el lugar equivocado?
Reducir el ejercicio de la arqueología a la mera remoción de tierra para la documentación de los vestigios de nuestro pasado no deja de ser un reduccionismo extremo, que vacía de contenido nuestra profesión. Las arqueólogas y arqueólogos siempre hemos entendido que nuestra tarea no terminaba con la excavación de los yacimientos o el estudio de los materiales encontrados, ni siquiera con la entrega de las memorias de las intervenciones a la administración de turno, sino que lo más importante de nuestro trabajo es transmitirlo de la manera más universal posible.
Iniciativas como el sOpA14, segunda edición del Congreso Internacional sobre Educación y Socialización del Patrimonio Rural, celebrado estos días en Celanova, Ourense, demuestran en qué dirección se mueve actualmente nuestro sector, plasmando ese afán de socializar y universalizar nuestro patrimonio. Y la buena acogida y seguimiento de la iniciativa son prueba suficiente de que se trata de una vía a desarrollar, a la que aún queda mucho recorrido, y con una alta aceptación.
En la misma línea, se celebraba el pasado 18 de septiembre en el Colegio de Arqueólogos de Madrid un ciclo de conferencias bajo el título de “Cómo se divulga, dónde se divulga y para quiénes se divulga la arqueología en el siglo XXI”, del que podéis leer aquí un estupendo resumen realizado por nuestros compañeros de Lure arqueología. En este ciclo quedó muy claro que en España, patrimonio y turismo están destinados a entenderse, y que es una sinergia tan útil como necesaria.
Este punto quedaba igualmente patente el pasado 26 de septiembre, cuando el Conseller de Cultura Ferrán Mascarell presentaba el primer Informe Estratégico para determinar la relevancia económica del sector patrimonial. El resultado no deja duda, el patrimonio catalán genera cada año un impacto económico de 3.660 millones, sustentando unos 8.000 puestos de trabajo.
A pesar de la profunda reestructuración que está viviendo la arqueología en España, podemos afirmar que a los arqueólogos no se nos ha tragado la tierra, más bien al contrario, vamos abriendo nuevas vías para seguir ejerciendo nuestra profesión en toda su extensión.